Bueno, pues ya ha comenzado la rutina de cada año, el trabajo, las clases y… el pesado de los libros que cada semana os da la murga. No seáis pesimistas, pensad que ya falta menos para que llegue el sol y el buen tiempo. Esta semana me gustaría compartir con todos: Últimos días en Berlín de Paloma Sánchez-, Garnica a, la finalista del último Premio Planeta. No sé si será cierto o no pero hace unos días recordé haber oído a alguien muy leído, decir que la novela que gana el Planeta es la que se va a vender y la finalista, es la buena. Después de leer las de la última edición, creo que no iba desencaminado. Así que si queréis discrepar o no de esta opinión, tenéis tarea…
Yuri Santacruz, un joven de menos de treinta años que cuando llega a Berlín en 1933, para trabajar en la Embajada de España, cree que sabe lo que es el horror, el desarraigo y la pérdida, grave error. A pesar que siendo poco más que un niño tuvo que salir huyendo de su ciudad natal. San Petersburgo y dejar mucho atrás. . No toda su familia pudo escapar de la locura, allí quedaron, quizás para siempre su madre Veronila y su hermano Kolia, a los que ni la condición de diplomático de su padre lograron rescatar. Esa tragedia que marco su infancia, será el punto de partida de una historia que llevará a Yurí a sufrir la sinrazón de los totalitarismos que a punto estuvieron de destruir Europa. Todo ello complicado por unas relaciones afectivas y amorosas tan complejas como la misma época.
Últimos días en Berlín, no es un libro «amable», no lo puede ser por la época en que transcurre, desde la Revolución bolchevique hasta el final de la II Guerra Mundial. Quizá sea la etapa más oscura de la humanidad en la que dos sistemas totalitarios arrastraron primero a una organización de crímenes y posteriormente a una guerra no menos atroz. Curiosamente es la guerra lo que menos aparece en esta obra, magníficamente ambientada y documentada por la autora, muy profusamente en lo que a la Alemania nazi se refiere y algo menos en cuanto a la Unión Soviética, al menos esa es la impresión que me ha causado. Tal vez sea porque yo esté más informado sobre el Régimen de Hitler o por aquello de que «la historia la escriben los vencedores» y no olvidemos que Stalin lo fue. Sea como fuere, creo que Paloma Sánchez-Garnica tiene meridianamente claro que el enemigo a batir es el totalitarismo, con independencia de lo poblado de bigote del criminal que lo encabece.
Yuri es un hombre que vive en una contradicción permanente. Es alguien que ve el nacimiento de un monstruo que sólo podrá ser derrotado por el monstruo que destrozó su vida. Es el niño que jamás pudo perdonar a su padre que abandonase a su madre y su hermano a los que idealizará hasta el momento en que tenga que afrontar la realidad. Lo mismo ocurrirá con sus relaciones sentimentales, una tórrida y peligrosa y otra serena pero sin pasión. Santacruz me ha parecido un personaje tan interesante como complejo, un tipo con ciertos principios pero que antepone la supervivencia a casi todo. ¿Es esto censurable en esa Europa en la que el valor de la vida era exactamente el de una bala que acabaría con ella?
Ya conocemos un lado del triángulo, así que vamos con los otros dos: Claudia Khaler y Krista Metzger. Dos mujeres que solo tienen en común la belleza y su amor por Yuri, únicamente eso. Claudia es una nazi convencida, casada con un oficial de las SS únicamente dedicada al partido y a engendrar hijos para ponerlos al servicio del Reich. Krista, por contra, es una mujer independiente, soltera que ejerce su profesión de médica y que desde muy pronto siente la opresión de un régimen al que todo aquel que no se somete es excluido -si tiene suerte- y no será ejecutado. En favor de Claudia diré que es un personaje que va evolucionando y abriendo los ojos ante su criminal ideología de la que ella misma se convertirá en víctima. Krista será una de los millones de alemanes que pese a ser conscientes del horror en el que vive tenga que bajar y guardar la ropa, pero es que los héroes nacen pocos.
De los personajes secundarios destacaría a Frau Metzget y a Frau Blumenfeld, dos mujeres mayores que una al principio y otra al final de la obra sirven a la autora para mostrarnos la vida cotidiana y la capacidad de resistir en un mundo de destrucción, esas mujeres inquebrantables de las películas de John Ford, que representan la civilización en un mundo empeñado en dejar de serlo. También es interesante un tipo difícil de catalogar, una funambulesca que vive en el límite: Erich Villanueva, una especie de padrino que acoge a Yuri desde su llegada a Berlín. Como era de suponer la nómina de malnacidos es muy extensa no me detendré con ellos, solo diré que: los hay de paisano, de uniforme, con pantalones y con faldas, con estrella de cinco puntadas o con esvástica. Lo mejor de cada casa.
En mi opinión Últimos días en Berlín, es una novela o una ficción histórica interesante y bien planteada. Por ponerle alguna pega yo diría que la vuelta a la URSS de Yuri ocupa demasiadas páginas, pero es un libro muy interesante que se sirve de la Historia para llegar al lector y con unos personajes magníficamente diseñados. Merece la pena invertir unos cuantos euros y unas cuantas horas en su lectura.
P.S. Sobre como vivieron las alemanas y las berlinesas en particular os recomiendo: Una mujer en Berlín, un escalofriante y real testimonio de una de esas miles de Krista o Claudia, las Hildegard como las denominaron despectivamente las tropas soviéticas y que sufrieron doblemente la ocupación.